La telemedicina surgió como una
iniciativa solidaria dirigida a facilitar la asistencia sanitaria a distancia
en países que viven situaciones críticas. El término lo acuñó la Organización
Mundial de la Salud (OMS) en el año 1988. Sin embargo, las primeras aplicaciones
de la telemedicina se remontan a los años 60 cuando, gracias al avance de la
carrera espacial, los médicos monitorizaban las constantes vitales y estado de
salud de los astronautas gracias a los
primeros avances tecnológicos en las comunicaciones. A finales de los
90, gracias al desarrollo de la informática y la incipiente internet,
comenzaron a aparecer los primeros sistemas de voz y video IP, que permitían
hablar con los médicos y transmitir imágenes y archivos con datos de salud. Desde
entonces el avance de la telemedicina es cada vez más significativo, los
profesionales se valen de las Tecnologías de la Información y la Comunicación
(TICs) para obtener diagnósticos,
proporcionar tratamientos y prevenir o evaluar enfermedades desde su consulta a
cualquier paciente, que puede estar en su casa, relativamente cerca, o incluso
en otro país.
Es así como las TIC, con su
imparable penetración social, están haciendo factible la implementación de
nuevos modelos de asistencia y atención sanitaria. Los dispositivos
inteligentes son los elementos que construyen las redes inteligentes en salud. La
revolución sanitaria de la internet de las cosas (Internet of things, IoT en
Inglés) aspira a rediseñar los protocolos de atención sanitaria para mejorarlos
tecnológicamente con un gran impacto socio-económico. Tanto es así que la
telemedicina se ha convertido en una estrategia de salud a nivel europeo,
potenciada por iniciativas de financiación dentro de los planes estratégicos en
salud de Horizonte 2020. Para facilitar la implementación de protocolos
inteligentes en salud y otras áreas, la Comisión Europea lanzó en 2010 FIRE (Future
Internet Research and Experimentation) una iniciativa que, con la
ambición de ser el laboratorio Europeo abierto para la investigación y
desarrollo de redes inteligentes, permite el pilotaje de proyectos complejos
ofreciendo unas infraestructuras que, de otra manera, no serían accesibles a muchos participantes
europeos. Lo que es crucial para poder validar experimentalmente ideas
altamente innovadoras y revolucionarias que permitan la generación de nuevas
redes de servicios más rápidos y eficientes a menor coste.
Los expertos consideran que los
servicios de salud en línea (e-salud) favorecen la atención integral de los
pacientes, combaten la desigualdad de acceso a los recursos sanitarios, reducen
el tiempo de espera tanto para diagnósticos como para tratamientos a través de
consultas remotas, conceden nuevos entornos organizativos y estimulan el
trabajo en red, promueve la globalidad y la interoperabilidad en las
organizaciones sanitarias, y permite que los pacientes estén más informados y
sean más responsables de su enfermedad.
Sin embargo, las evidencias
médicas que apoyan el uso de la telemedicina son todavía escasas. Hoy por hoy, los protocolos inteligentes a
penas están implementados. La innovación en telemedicina requiere un proceso
que permita por un lado la validación del uso de las tecnologías para su inserción
efectiva en los procesos y en las organizaciones asistenciales y por otro,
capacitar a los pacientes y su entorno en el uso de TICs y conocimiento de su
enfermedad, un paso imprescindible para que sean viables y fiables y
conseguir adherencia a los nuevos procedimientos.
Recientemente, la Agencia
Estadounidense de Calidad e Investigación en Salud (AHRQ, de sus siglas en inglés)
publicó un informe técnico[1]
valorando la evidencia existente que apoya las intervenciones médicas mediante
telemedicina. Entre sus resultados se destaca que si bien existen evidencias de
efectividad para el seguimiento y monitorización de pacientes crónicos y para
intervenciones sobre el comportamiento en psicoterapia, no existen a penas
evidencias sobre la utilización de la telemedicina en los servicios de
emergencias sanitarias (más allá de las comunicaciones telefónicas).
Curiosamente en nuestra región se
está pilotando un proyecto con potencial para construir evidencias pioneras en telemedicina de emergencia. Es
precisamente uno de los proyectos que se están desarrollando en FIRE: Q4HEALTH, donde participa la
Universidad de Málaga y en cuyo reciente pilotaje ha colaborado el CMAT (Complejo
Multifuncional Avanzado de Simulación e
Innovación Tecnológica de IAVANTE) y la Empresa Pública de Emergencias
Sanitarias (EPES) que es pionera en los servicios de teleasistencia en nuestra
región.
El pilotaje consistió en la
simulación de asistencia sanitaria de emergencia en dos escenarios diferentes:
a) asistencia domiciliaria con código ICTUS y b) asistencia callejera en
accidente. En ambos escenarios los paramédicos llevan como parte de su equipo
unas gafas dotadas de cámara y micrófono. Gracias a estas, el facultativo de
urgencias puede estar virtualmente presente en el escenario y dar las
instrucciones oportunas a los paramédicos, teniendo toda la información en tiempo real. Ambas
simulaciones fueron un éxito, gracias a la utilización de tecnología 5G, que
permite el tráfico de datos necesarios para que estas comunicaciones se den con
la calidad requerida y a las redes de evolución a largo plazo (LTE).
[1] Totten AM, Womack DM, Eden KB. Telehealth: mapping the
evidence for patient outcomes from systematic reviews. Technical brief no. 26.
Rockville, MD: Agency for Healthcare Research and Quality, June 2016
(https://www.effectivehealthcare.ahrq.gov/ehc/
products/624/2254/telehealth-report-160630.pdf).
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